En el vasto tapiz de la existencia, todo vibra y late al unísono, desde los confines del microcosmos hasta las expansiones del macrocosmos. Este ritmo universal, este pulso cósmico, es el latido del universo, manifestándose en distintas dimensiones y escalas. Pero, ¿cómo se traduce este fenómeno en nuestra vida cotidiana y en la creación misma?
El Pulso en el Cuerpo Humano
Imaginemos por un momento el pulso humano. Este latido constante es más que un simple signo vital; es el testimonio del funcionamiento del corazón y del torrente sanguíneo. Cada latido es una manifestación de vida, un pulso que nos mantiene en movimiento y que conecta lo físico con lo espiritual.
El Pulso Cósmico de la Vida Humana
A una escala mayor, cada existencia humana es un pulso en el gran corazón del cosmos. Una vida entera puede verse como un pulso cósmico, compuesto por innumerables pulsos más pequeños. Durante nuestra vida, este pulso bombea energía espiritual a nuestra materia, dándole vida y propósito. La intensidad de estos pulsos varía: a veces son fuertes y vibrantes, y en otras ocasiones, pueden ser débiles y casi imperceptibles.
La Repetición de los Principios Creativos
Los principios de la creación son tan perfectos que se ajustan a muchas situaciones y condiciones diferentes. Así, el mismo principio creativo se repite y se manifiesta de diversas maneras. A veces, una persona puede vivir parte de su siguiente encarnación en el mismo lapso de su vida actual. Esto ocurre cuando la tarea que vino a cumplir se completa, y en lugar de que la vida se retire, se establece un nuevo pulso que anuncia otro conjunto de condiciones y tareas.
El Nacimiento de un Nuevo Pulso
Cuando se completa una tarea y comienza una nueva, el nuevo pulso suele ser débil al principio. Este cambio puede experimentarse como una crisis intensa y prolongada, una pausa que, aunque dolorosa, es necesaria para el renacimiento. Solo cuando se entiende y se acepta plenamente la nueva vida, el nuevo pulso cósmico puede reanudarse con renovado vigor, trayendo consigo nuevas oportunidades y desafíos.
Conclusión
El pulso del microcosmos y el macrocosmos nos muestra que la vida es un ciclo continuo de nacimiento, muerte y renacimiento. Cada latido, cada pulso, es una oportunidad para crecer y evolucionar. Al comprender y aceptar estos ciclos, podemos alinearnos con el ritmo universal y encontrar nuestro lugar en el gran diseño de la creación.