El mundo da vueltas en una esfera de dualidad, donde la vida abraza tanto la risa como la tristeza. Cada emoción, una estrella en la galaxia de nuestra humanidad, y en esa constelación, a veces, se desata la angustia.
En un mundo donde las redes sociales y las expectativas externas nos bombardean constantemente, es común sentir la necesidad de crear una imagen idealizada de nosotros mismos. Sin embargo, este intento de proyectar una perfección inalcanzable puede ser más perjudicial que beneficioso, llevándonos a una lucha interna que nos aleja de la verdadera felicidad y serenidad.
La imagen idealizada del yo es un mecanismo que muchos desarrollamos para evitar la infelicidad, el dolor y el miedo a no ser suficientes. Desde una edad temprana, aprendemos que ser «buenos» y «perfectos» nos hace merecedores de amor y aceptación. Sin embargo, este esfuerzo por ser una versión ficticia de nosotros mismos puede llevarnos a una vida de insatisfacción y culpa, ya que es imposible cumplir con las expectativas irreales que nos imponemos.
Es esencial reconocer la diferencia entre el yo real y el yo idealizado. El yo real acepta la imperfección y se enfoca en el crecimiento genuino, mientras que el yo idealizado persigue una perfección inalcanzable, alimentada por el orgullo y el miedo al fracaso. Este conflicto interno entre el verdadero yo y el yo idealizado puede generar una profunda sensación de fracaso e inseguridad.
El camino hacia la verdadera felicidad y autoconfianza pasa por el desmantelamiento de esta imagen idealizada. Al hacerlo, uno puede experimentar una libertad sin precedentes y un renacimiento del yo real. Al aceptar nuestras limitaciones y dejar de lado la necesidad de una perfección ilusoria, podemos vivir de manera más auténtica, con menos culpa y ansiedad.
El viaje hacia el descubrimiento del verdadero yo es un proceso profundo y personal. Aunque puede llevar tiempo y esfuerzo, es esencial para vivir plenamente, con serenidad y un verdadero sentido de seguridad. Encontrar el camino de regreso a nuestro yo real, a nuestro hogar interior, es el primer paso hacia una vida auténtica y significativa. Al dejar de lado las expectativas irreales, nos permitimos ser quienes verdaderamente somos, encontrando en esa autenticidad una paz duradera que las ilusiones jamás podrán ofrecer.
Olga Tanaka B